Arturo Pérez-Reverte "Un
país de currantes"
Pues eso. Que lo dice el
fulano del telediario de no sé qué cadena, y se queda tan a
gusto. Te mira a los ojos sin parpadear, de tú a tú, y asegura
que según el último sondeo internacional de no sé quién,
los españoles somos los más trabajadores de Europa y del mundo,
sólo superados por los norteamericanos y no me acuerdo quién. Los
japoneses, o los brasileños, o alguien así. O los chinos. Lo dice
con una sonrisita, como si fuera mérito suyo, y a lo mejor es que
está viendo la cara de alucine que pongo en el tresillo -me he quedado
con el mando a distancia en alto y la boca abierta. Al cabo de un momento
añade que es por las horas. –«Somos–, dice, –los
ciudadanos que más horas pasamos en nuestro puesto de trabajo». Como lo oyen. Horas
laborales. Con dos cojones.
Y
ahora imaginen el sondeo. La cosa científica y el rigor mortis. Esa
empresa multinacional - Sondeos y Prospecciones Acrne - dándose una
vuelta por aquí a ver cómo va el asunto, con los investigadores
anotándolo todo.
—Fíjese,
mister, doscientos empleados, mil quinientos funcionarios, fultaim. Ficha de
entrada a las nueve de la mañana, ficha de salida a las seis de la
tarde. Una horita para comer. ¿Cómo lo ve?...
—
That is incredible, — comenta el guiri,
acojonado, mirando alrededor.— Pero dígame, plis
¿Dónde están todos? ¿Where? ¿Ubi sunt?
—De
asamblea, mister, —responde impasible el de relaciones
públicas, mirando el reloj porque estos cabrones del sondeo le acaban de
joder la hora del cafelito. —Estudiando maneras de
aumentar la producción.
—¿Quesque
vu dit, señor Rodríguez? ¿Qué me dice?
—Lo
que oye, colega.
—¿Y
aquellos otros?
—Esos,—
explica Rodríguez, son los representantes y representantas
sindicales, y esas ojeritas morás que les ve usted son de no dormir
pensando en la lucha final, siempre al pie de la barricada en la máquina
del café, dejándose la salud por los camaradas.
—No
me joda, — dice el sondeador.
—Como
se lo cuento, míster.
—Pues
oiga,— apunta el sondeador, —
en mi opinión, el camarada Stajanov era un absentista laboral comparado
con ustedes los españoles.
—Hombre,
— comenta Rodríguez, halagado—.
¿Stajanov, el futbolista? Pues me alegro de que se dé cuenta con
sus propios ojos, mister. Apúntelo en la ficha del sondeo, hágame
el favor.
Bien mirado, la verdad es que eso puede hasta tener su gracia. Como
cuando uno ve a un indígena mareando la borrega de los triles o a punto
de darle el tocomocho a un guiri cabrón que va de listo, y piensa: no
puede ser, imposible que ese pringao no adivine que lo tangan. Lo que ya no es
tan gracioso es que, encima de tirarse el folio en Europa con eso de que
España va de cojón de pato, los que encargan y difunden ese tipo
de sondeos tengan el morro de calzárnoslos en los telediarios a palo
seco, sin anestesia, a los que somos de la casa, en plan los españoles
vamos de currantes que te mueres, etcétera; como si aquí
fuéramos todos gilipollas y no conociésemos a nuestros
clásicos por el ripio y al pájaro por la cagada, y no
tuviéramos clara la diferencia entre horas de presunto trabajo y horas
de verdad trabajadas. Como si a estas alturas no supiera todo cristo lo que es
una ficha laboral en plan oye, Lola, hija, pícamela tú que tengo
que llevar a los niños al colegio, o ir al ginecólogo. O el caso
de Paco, o de Mariano, que fichan a las nueve, se van a hacer unas gestiones y
ya no regresan hasta la una. A ver quién ignora que la jornada laboral
de un español medio se articula en torno a los momentos cruciales del
día, que son, a saber: café a las diez, bocata a las doce,
aperitivo a la una y media, café a las cinco; y todo eso con visitas
intercaladas al Corte Inglés, al taller del coche, al estanco y al
puesto de periódicos de la esquina. España debe de ser el
país donde más adulterios se descubren, porque el marido o la
legítima siempre aparecen por casa en mitad de la jornada laboral,
cuando menos te lo esperas. A ver quién conoce a un español que
diga me encanta hacer bien mi trabajo, o lo hago lo mejor que puedo porque para
eso me pagan. No. Todos echamos pestes y somos los reyes del escaqueo.
Qué casualidad, cada vez que telefoneas a un despacho oficial o a una
empresa, la persona con quien deseas hablar está ocupadísima
haciendo algo en otro sitio que no es el suyo, y te sale un contestador
automático. Por no hablar del tiempo que se necesita para elaborar esos
emails tan currados que circulan por Internet de empresa a empresa y de
ministerio a ministerio con los chistes del día.
Lo
comentaba ayer con un taxista, rodando por Madrid.
—
No sé a dónde van todos esos, — decía el hombre.
— A estas horas.
—
Pues aquí donde nos ve, — apunté, — resulta
que somos los más trabajadores del mundo, y que le echamos más
horas que Gepeto a Pinocho.
— Ya
lo creo, — respondió muy serio. —
Ahí nos tiene, — señalaba
alrededor, — la calle atascada de coches, los
semáforos llenos, los bares a rebosar —las
doce de la mañana, y rompiéndonos los cuernos en el curro.
XLSemanal 31 de marzo de 2002